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DES — JDUY — mostrando desde la altura a los valles vecinos su blanco ropaje de piedra. Aquí, a la sombra de este Santuario, fué donde el valeroso atleta de Cristo se preparó para el gran viaje, gozando ya, de antemano, de las caricias de María, quien le dió a gustar no pocas dulzuras que fueron para él como rayos de sol en un cielo de invierno obs- curecido por la tempestad, y le permitió ver, con pro- fética mirada, como viera un día S. Francisco en la Porciúncula, nutridas caravanas de peregrinos que, respondiendo a su llamamiento, venían tras él a ensal- zar y cantar las glorias de la gran Reina de los cielos, En 1904, celebró el quincuagésimo aniversario de su toma de hábito. Ya, en 1900, había celebrado las bodas de oro de su ordenación sacerdotal, primero en su Convento de la Cóte-Pavée, habitado todavía por los Religiosos, y después, sucesivamente, en el Semi- nario de la Esquile, en el Refugio, y por último en San Gaudencio. En todas partes, el clero, las comunidades, el pueblo en masa, tomó parte en las ceremonias, admirando una vez más la humildad del jubilado que, en medio del triunfo que se le ofrecía, encontró medio de declinar todos los honores en su Guardián, el Reve- rendo P. Bernardo-María, que marchaba como misio- nero al país de los Gallas, y en el venerable Vicario Apostólico de aquellas regiones, Monseñor Jarosseau, que se hallaba presente a la solemnidad. Mas, en sus bodas de Religioso, que se hubiera deseado celebrar con mayor júbilo y pompa todavía que las de su sacerdocio, todo hubo de hacerse en el silencio y la intimidad, pues Mr. Menage tenía sus ojos clavados, como un espía, en el destrozado
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