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— 349 — presa encantadora! Era un niñito de ojos azules, de i blonda cabellera, con un bastón de caminante, en forma li] de cayado, en sus blancas manecitas, Llevaba una capa muy corta como los pobres del campo, sujetaba su cin- tura con una cuerda. Tenía sus pies descalzos y del hombro le colgaba una alforjita, No había pan en la alforjita, sino que la tenía llena de corazones. Y j ¡qué corazones tan hermosos! Despedían de sí rayos de luz como las perlas y los rubíes.—¿Quién eeó: Niño?—le preguntó San Antonio—:¿de dónde vienes con este frío y qué buscas? —¡Ah! Yo soy el Mendigo del amor divino... vengo del cielo y busco tu corazón ¿no me lo quieres dar?» »—¡Oh! ¡mi querido niño! Ya siento en mí tu amor, ¡Es tan dulce tu rostro! Pero ¿cómo te llamas?—Ya sabes tú mi nombre. Tu buena madre te lo enseñó un día, mas si por ventura lo has olvidado, pronto lo puedes recordar, porque lo he dejado escrito en tres | sitios. La primera vez, con letras de oro, sobre la cueva de Belén... La segunda, con letras de sangre, enel Calvario... La tercera lo he escrito, con letras de fuego, en la puerta de todos los Sagrarios... Me llamo Jesús. Soy el Mendigo del amor divino. »Antonio le dió su corazón y se hizo, como el Niño E Jesús, Mendigo de corazones. El es quien se presenta hoy ante vosotros y os pide vuestro corazón para I_ Jesús. Sí, os lo pide desde ese trono que le hemos levantado, os lo seguirá pidiendo todos los días hasta que se lo deis, y hará con ellos una corona para el divino Niño que lleva en sus brazos, y os alcanzará de él divinas caricias. »¡Ay! muy pronto vuestro misionero no estará

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