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e A A ¿RT O Diet A M8 = En esta época recorrió toda Francia, como la había recorrido 20 años antes, predicando sus famosos Ejercicios y Misiones. Sus no interrumpidas campañas por S. Antonio fueron algo así como el resumen de su larga carrera apostólica. Como una madre, que en su profundo amor ma- terno ve en sus hijos compendiadas todas las perfec- ciones que se encuentran repartidas en los demás, así el P. María-Antonio atribuía al gran Taumaturgo todas las glorias y todos los títulos que puede tener un Santo. Le consideraba, sin la menor duda, como el autor de «La imitación de Cristo», y deseaba que Roma hiciera brillar cuanto antes sobre su frente la aureola de los Doctores de la Iglesia. Virgen, Doctor, Mártir por el deseo, Apóstol, Abogado de los pobres, de los niños, de las Misiones de Ultramar, de los Predicadores, todo esto y mucho más era para él su querido Santo; y ciertamente, ¿quién podrá negar a S. Antonio uno tan sólo de estos títulos? Pero entre todos ellos, el que el P. María Antonio envidiaba y hubiera querido para él era el de «Con- quistador de corazones», 0, por expresarnos en los términos del fervoroso Misionero cuando hablaba en sus graciosos panegíricos a los niños, el de Mendigo del amor divino, «San Antonio de Padua—les decía con admirabie sencillez—contaba apenas cinco años y moraba todavía en su hermoso palacio, cuandocierto día—¡oh recuerdo! —oye que llaman a la puerta. El invierno era frío y la nieve caía silenciosa, formando grandes copos. En la puerta seguían oyéndose golpes, cada vez más fuer- tes, y Antonio salió corriendo para ver quién era. ¡Sor-

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