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— 346 — predicó todo el tiempo de su Santo predilecto, pero 3007 con tal acierto y tal oportunidad, que el mismo señor cn Obispo quedó admirado. Su actividad era asombrosa y parecía desafiar a la mi acción del tiempo, que empezaba ya, no obstante, a inclinarlo hacia la tierra. Unos tras otros, le vieron llegar los lugares más célebres por su gran devo- ción al Taumaturgo, bastando su presencia para arrastrar a las multitudes. Predicó en las Grutas de Brive, que él llamaba estuche de la perla de Padua, viendo en el continuo gotear de aquellas rocas vetus- tas el recuerdo de las lágrimas que derramara un día en ellas el Santo Franciscano. | El fué también el alma y la nota dominante de Hi 106l todas las ceremonias que, con pompa inusitada, se ce- HERA lebraron en París durante las fiestas del Centenario. A él se debe, en gran parte, la fundación de $. Anto- 10041161 nio de Montcalm, en el Ariége, en una palabra, todas las peregrinaciones y festividades extraordinarias tenían ya por descontado el éxito, si conseguían obte- MA ner el concurso del gran Capuchino de Tolosa. A Siendo todavía joven, y con ocasión de un viaje que MALA 1 hizo de Marsella a Toulón, tuvo el consuelo de visitar la Iglesia de Cuges, donde se conserva el cráneo de S. Antonio; y en el ocaso de su vida, pudo volver al mismo lugar, conduciendo una peregrinación de Mar- dy sella, que le había escogido como predicador oficial. Visitó también repetidas veces a Padua, pasando largas horas en la Basílica del Santo, Basilica de Ñ oración y de amor, saturada del suave perfume que exhalan las virtudes del gran Taumaturgo. «En nin- guna parte—decía — he visto amar tanto al Santo;

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