BCCPAM000R08-4-10000000000000
344 — veces la vuelta por toda la iglesia. Fuera de sí, mo: víase con extraña agitación, de un lado a otro, can» tando con toda la fuerza de sus pulmones y poniendo orden entre la gente, y el P. María-Antonio, que era un Santo alegre, al verlo de tal modo, pegó con el codo al Coadjutor, que marchaba a su lado, y le dijo, aludiendo a la obesidad del Pastor: «Mira, S. Anto- nio ha hecho el primer milagro: ya ha conseguido mover al Párroco, ¿qué no podremos esperar de él?» Muchos prodigios obró por aquel tiempo $. Anto- nio en Poitiers, como lo demuestra el siguiente párra- fo de un librepensador: «Estando de paso en esa ciudad, he tenido la curio- sidad de ir a escuchar a vuestro Predicador. Intrigado por los méritos y milagros que contaba de S. Anto- nio, prometí dar cinco pesetas a los pobres si me salia bien un negocio que traía entre manos. Ha salido como yo deseaba. Estoy verdaderamente conmovido, Os envío, pues, las cinco pesetas, y si puedo pasar otra vez por Poitiers, iré también a escuchar al Pre- dicador.» Junto con las limosnas en -ontrábanse también en el cepillo del Santo acciones de gracias por los bene- ficios obtenidos, súplicas, peticiones, y el Padre tenía la costumbre de leerlas él mismo a los fieles todas las noches del mes de María, y con gran contentamiento del auditorio solía añadir a la lectura pequeños comen- tarios, sazonados todos ellos con su granito de sal correspondiente. Así, una de las noches leía con cierta dificultad: «Se recomienda... una... una prueba... ¿Una prueba?... No comprendo...» Y después de detenerse un momento,
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz