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— 343 nunciaba estas palabras, era un antiguo teatro que los Padres Agustinos de la Asunción acababan de comprar con el fin de construir una iglesia. Allí esta- ba el centro de la Obra del Pan de los Pobres, y el P. María-Antonio, que la había allí establecido, no dejó de acudir durante muchos años, para confirmarla y sostenerla, predicando siempre de S. Antonio y atra- yendo con su persuasiva elocuencia a todas las clases de la sociedad. Antes que Burdeos, había recibido ya la visita del célebre comisionista de S. Antonio otra ciudad, Saint-Porchaire de Poitiers, donde, en 1893, predicó el mes de María, valiéndose de esta ocasión para ensal- zar, junto con la Reina de los cielos, a S. Antonio de Padua, que había sido en la tierra uno de sus más fieles servidores. Pero esto no le bastaba. Quiso, ade- más, llevar en procesión una imagen del Santo que se hallaba cerca del altar mayor. El Párroco ponía sus dificultades. Temía que fracasara no sólo esta ceremonia, sino todo el mes de María con ella. San Antonio se encargó de responder a esta objeción, pues jamás se vió la iglesia tan concurrida, y cuando llegó el día de la traslación solemne de la imagen, la multitud era tan inmensa y la piedad brotaba tan espontánea de aquel pueblo entusiasmado, que el Pá- rroco, sabiendo por experiencia lo difícil que era conmover a su pueblo, tenía los ojos completamente arrasados en lágrimas. Por miedo al fracaso, había determinado, en un principio, se hiciera la procesión por el camino más corto, pero bien pronto, contagiado por el entusiasmo general, dió una contraorden, mandando se diera dos

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