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— YY — Para mejor dar a conocer a su santo predilecto, escribió un admirable folleto titulado «Les grandes gloires de Saint Antoine de Padue». Las gentes lo arrebataban con increíble frenesí, y las ediciones se multiplicaron de tal modo, que en pocos meses se habían agotado casi medio millón de ejemplares, que, como otros tantos chispazos, propagaron el incendio por todas partes. Así es cómo el P. María-Antonio entró de lleno, representando un papel principalísimo, en la propagación del culto de $. Antonio y en la ins- titución de obra tan práctica, benéfica y de resultados tan admirables como la Obra del Pan de los Pobres. «Yo soy=solía decir nuestro Capuchino—el comi- sionista de S. Antonio. Estamos haciendo un negocio admirable. ¡Oh admirabile comercium! En todas par- tes he hablado de él, de su comercio, y en todas partes han deseado conocerle y poseer sus mercaderías. Mont: pellier, Tolosa, Poitiers, París, Valence, Grenoble, Sens, Nantes, Amiens, Cahors, Albi, y qué sé yo cuántos más... Francia entera se ha conmovido, reci- biéndole con un entusiasmo indecible. Donde quiera que se ha presentado ha hecho una fortuna maravi- llosa; pero en ninguna parte tan sólida y pingiie como en la trastienda de Toulón y en «La Alhambra» de Burdeos, Y no es extraño. Práctico y hábil como es, comprendió bien pronto que, en Toulón por el Mediterráneo, y en Burdeos por el Océano, su co: mercio se extendería con rapidez hasta las extreml- dades del mundo, y no se ha engañado, pues Africa, Asia, América y Oceanía le han abierto ya sus puer- tos. ¡Oh, qué comerciante tan admirable!» La Alhambra de Burdeos, en cuyo recinto pro-
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