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— Y0 — serie de sermones, cuando le hablaron de las marayi- llas que estaba obrando el Taumaturgo franciscano en la reducida trastienda de una vendedora de paños de Toulón. No pudiendo dirigirse entonces mismo al lugar de los sucesos, como hubiera deseado, anotó la dirección y, apenas llegó al Convento, se apresuró a escribir a la señorita Luisa Bouffier, pidiéndole noti- cias concretas de lo que sucedía. La respuesta, que con fecha 15 de noviembre recibió de Toulón, inundó su corazón de alegría. Leyóla aquella misma tarde a la Comunidad, que quedó a su vez admirada ante prodi- gios tan extraordinarios, y ansioso siempre de poder comunicar alguna noticia de edificación al público, se apresuró a llevar el precioso documento a la Semaine Catholique. —«Ya me guardaré bien de insertarlo—le respon- dió inmediatamente el Director. —Usted mismo acaba de fundar el culto de San Antonio en nuéstra Basílica de San Saturnino ¿y quiere ahora que envíe yo a mis lectores a otro centro de devoción?—Usted verá— replicó el Capuchino.—De todos modos, aquí le dejo la carta.» A decir verdad, el P. María-Antonio salió con muy pocas esperanzas de ver publicado el documento. De aquí que, cuando el sábado siguiente lo encontró impreso en gruesos caracteres y en lugar preferente del periódico, no pudiera menos de exclamar: «¡Es un milagro de San Antonio! ¡Es un milagro de San An- tonio! Ha forzado las puertas de la Semaine Catholi- que como forzó la de la tienda de la señorita Bouffier.» El éxito que obtuvo esta publicación fué tan consi- derable, que la piadosa administradora del Santo de
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