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— 3385 — tendía respecto al Convento de Tolosa, y confirmando E did solemnemente la expoliación. Ñ »Al oir los innumerables considerandos que em- ' y pecé a leer en aquellos papeles, se echó a reir, y lla- 1 mando a Fr, Rufino, le dijo: «Mira, pon eso en un rin- cón, y no hablemos más de ello.» Y señalándome, con i majestad indecible, la puerta que atravesábamos, Em mo exclamó: «Si algún día vienen por aquí, me encontra- rán ahí, atravesado en esa puerta, y antes de entrar al Convento tendrán que pisotear mi cadáver.» Lo dijo con tanta sencillez, y al mismo tiempo con un acento de resolución tan profunda, que quedé atónito de espanto. No obstante, le objeté:—Pero esas gentes no E. emplearán con V. la violencia, esté de ello seguro; son demasiado hábiles y cobardemente hipócritas, y saben muy bien la influencia que V. tiene en el pueblo. Más temería yo que, aprovechándose de las visitas que hace V. a los pobres y enfermos, le cerraran el 8 mejor día las puertas, y se encontrase, al volver, muy En finamente expulsado... —«En este caso—me replicó,— correría todos los mercados de la ciudad, el Capitolio, el Carmen, Victor Hugo; arengaría a las mujeres, y yo sé muy bien que tengo entre ellas muchas adictas. 1h Yo las sublevaría y arrastraría tras mí, hasta conse- ba guir la capitulación del Prefecto.» la Y »Redoblóse mi admiración ante aquel monje, tan extraordinario en su serenidad, su energía y lo indó- mito de su fe, y... no pude menos de decirle: —Sabed, | Padre, que sois un ejemplar rarísimo, dotado de una potencia incomparable de carácter, puesta al servicio dela Religión. Sois un pobre anciano, y cuando todos os han abandonado, vos, solo, aquí, desafiáis a un
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