BCCPAM000R08-4-10000000000000
participar de esa misma eloria! Sí: o quedar en el Convento o la prisión y la muerte. No admito más. Este es el grito de mi alma.» Aunque parezca extraño, sus adversarios no pu- dieron vencer la extraordinaria energía de aquel santo, y se optó por dejarle en su Convento. «Lo he visitado varias veces—escribe un Redactor de los mejores periódicos del Mediodía.—Me arras- traba sobremanera la extraña figura de aquel Monje de la Edad Media, que cual gigante se levantaba por la energía de su espíritu sobre el envilecimiento uni versal. Recibíame con afectuoso cariño y gustaba de informarse sobre el objeto de mis trabajos, la prensa, la propaganda, etc., etc. Estas cosas le interesaban en sumo grado, pues su clara inteligencia comprendía perfectamente realidades demasiado olvidadas por algunos, como lo es el papel preponderante que juega la prensa en nuestro siglo y la influencia enorme que tiene en la vida política y religiosa. »Profesaba hacia el Sumo Pontífice, Pío X, una admiración sin límites, y hubiera deseado que todos los defensores de la Iglesia estuvieran dotados de una firmeza y una energía indomables como la suya, para oponer una resistencia material, absoluta, a los planes de la Revolución. »Cierto día que, al despedirnos, me acompañaba como solía hasta la puerta del convento, presentóse un empleado del Gobierno trayendo un fajo de pape- les timbrados.—No estoy acostumbrado a descifrar estos geroglíficos—me dijo.—¿Haría V. el favor de leérmelos? Contenían un fallo del tribunal de París, desechando la reivindicación que el P. Capuchino pre:
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz