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328 hallaba el Noviciado, y allí les predicó los Ejercicios, pasando con ellos grandes ratos a la sombra del miste.- rioso Tabor, que erguía con majestad indecible, ante los ojos extasiados de nuestro Misionero, sus bien cor- tadas rocas. A él subió antes de dar su adiós a Espa- ña, pues era imposible que, estando en Cataluña, no volara su corazón, abrasado en el amor a María, hasta las cimas de Montserrat. ¡Montserrat! Montaña maravillosa de la tierra- dice en sus apuntes,—como Lourdes es su valle encan- tador. En Lourdes, el cielo desciende a la tierra; en Montserrat, la tierra sube al cielo... Todas sus rocas están como cortadas a pico y alcanzan prodigiosa altura. Se dirían tubos gigantescos de órgano, unidos por la mano de Dios para cantar la gloria de la Reina de los cielos, que, como señora de Cataluña, ha querido levantar allí su aéreo palacio.» La Escuela Seráfica de Igualada, cobijada también bajo el manto de María, al otro lado de la Santa Mon- taña, recibió a su vez la preciosa visita del Venerable Misionero. Pensó en aquellos pobres niños persegui- dos, expulsados de su patria, y su corazón se conmovió hondamente, con ternura compasiva hacia aquellas víctimas prematuras, y viéndolos orar por su desgra- ciada Patria, con sus inocentes bracitos levantados al cielo, compfendió todo lo que valían aquellas oracio- nes que brotaban de almas no ajadas todavía por el hálito del mundo, y desde aquel momento se consti- tuyó en provisor de la Escuela Seráfica, habiendo con- ducido repetidas veces a ella caravanas enteras de niños reclutados a través de sus Misiones. De aquí el gran número de Religiosos y Misioneros, conquistas
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