BCCPAM000R08-4-10000000000000
quemado, y entre los escombros de aquella celda, el escapulario intacto, limpio como si no hubiera tocado tanta brasa. ' cinto catan load Otro fuego mucho peor, el fuego de la persecución, i 1 había hecho huir de su patria a los Religiosos jóvenes, i los novicios y niños seráficos, que hallaron caritativo refugio en-la hospitalaria y católica España. Allí en- contramos al Santo de Tolosa en 1886, que, en su amor ' fraternal, había ido a consolarles y hacerles una visita al lugar de su destierro. La austera fisonomía del Religioso, su larga barba, la expresión de sus ojos y su dulce sonrisa, impresio- naron la ardiente imaginación de los habitantes de las . llanuras de Murcia. Su estatura elevada, su rostro expresivo y enérgico, aquel crucifijo que llevaba sobre el pecho, evocó caros y gratos recuerdos. No hacía IA todavía mucho que España había sido evangelizada por otro Capuchino célebre, el Bto. Diego José de Cádiz. Los ancianos recordaban haberle visto, los jóvenes habían oído hablar de él y su retrato se encontraba en la mayor parte de las casas. Aquellas gentes veían en el P. María-Antonio la imagen viva del Apóstol de Andalucía. Tan grande era el parecido Á que existía entre los dos, que, al verle pasar, exclama- Ms ban, sin darse cuenta: «¡Es otro P. Diego! ¡es otro ra P. Diego!» Y así era en efecto. El P. María-Antonio tenía muchos puntos de contacto con el gran Apóstol de Andalucía, y no pudieron pasar inadvertidos al espíritu observador del pueblo español. Desde Orihuela, donde su estancia produjo grande impresión en cuantos le vieron, marchó el consolador de los desterrados al Convento de Manresa, donde se
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz