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ha comenzado. Las bélicas trompetas envian al aire su estridente sonido. Vednos aqui, puesto. Nuestros muros están sitiados; han temblado y cedidobajo los golpes del martillo, pero el corazá ni ha temblado ni ha cedido, porque nuestras almas son de acero y nuestras frentes de bronce, Aqui esta- mos. Hemos salido de nuestros Conventos con la frente alta y serena, y mientras los hijos del mal, que han hecho astillas nuestras puertas, bajaban, llenos de ver- giienza, la cabeza, ante los gritos y las injurias que su vil acción arrancaba al pueblo, las flores llovian sobre nosotros como llueven sobre el vencedor. Dios ha sido glorificado. »Un protestante, gloria de Inglaterra, el célebre Johnson, decía en pleno siglo XVUL «Jamás he pen- sado en un monje, ni leído una obra suya, sin besarle interiormente los pies. Jamás he visitado las ruinas de un monasterio, sin caer de rodillas sobre su pavi mento y pegar en él mis labios.» Y vosotros, hijos bautizados de la Iglesia católica ¿vosotros os acercáis a todos esos monasterios con el martillo, el hacha y la sierra, y renováis las vergonzosas escenas de los sep tembrinos, mejor dicho, las escenas del infierno, sí, las escenas del infierno? ¿Sabéis las palabras que resonaban en mi corazón cuando vuestros desgraciados esbirros, colocados ante la puerta del Convento y rodeados de gendarmes y militares, pegaron por tres veces en ella, repitiendo en voz alta: ¡Abrid, en nombre de la Ley! ¡abrid, en nombre de la Ley!... Creedme, yo no oía sino éstas: ¡Abrid..en nombre de Satanás!.,. y cerré la puerta en nombre de Dios.»

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