BCCPAM000R08-4-10000000000000

cubierto de nubes, parecía vestido de luto, como en la sacrílega escena del Calvario, cuando, levantándose la Cruz con majestad indecible por los aires, tierra y cielos lloraban el crimen de la humanidad. Llegó lentamente el día, obscurecido y envuelto por una bruma glacial. Al ver las patrullas de milita. res y paisanos que corrían por todas partes, hubiérase dicho hallarse la ciudad en estado de sitio. Tantas y tan ridículas eran las precauciones que se tomalas con unos pobres Capuchinos. Los Comisarios, avergonzados del triste papel que iban a representar, pasaban cabizbajos por entre la multitud, que aclamaba frenética a los Religiosos, llo- rando al mismo tiempo la pérdida de sus bienhechores, Llegan a la colina, y ante la puerta del Convento, cerrada y barricada previamente por los vecinos de la ciudad, encuentran, de pie, la rígida y majestuosa figura del P. María-Antonio que, extendiendo su brazo, les detiene y hace oir, ante la multitud que se agolpa, su enérgica protesta: «— ¿En nombre de quién venís? — Venimos en nombre de la Ley. —No digáis «venimos en nombre de la Ley», porque esa Ley es la primera en protestar, Ella se levanta aquí contra vosotros, en su inviolable majestad, para deciros: ¡Deteneos, miserables! ¿Qué vais a hacer? Estáis contulcando todos los derechos. Violáis todas las leyes divinas y humanas, profanando la santa vivienda de un Religioso, violando el domici- lio de un ciudadano francés, pisoteando la sagrada libertad de conciencia y el indiscutible derecho de propiedad que me asiste. »En nombre de estos derechos inviolables, 0s

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz