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— 317 — la cama, y desde aquel momento empezó a mejorar, de tal modo. que al poco tiempo se hallaba completa mente curado. En la capilla de S. José, cuelga en la Parroquia un ex voto recordando a los fieles tan extraordinario beneficio. Gritos desgarradores de dolor resonaban, hacía algunos días, en casa del sacerdote D... Eran gritos que exhalaba su padre, pobre anciano a quien un agudo reumatismo en las articulaciones había parali- zado todos sus miembros, siendo sus dolores tan horri- bles que ni aun el contacto del paño más suave podia soportar. La aflicción del buen sacerdote era tanto mayor cuanto que, a pesar de todas sus instancias y exhortaciones, no podía conseguir que su anciano padre, a quien la muerte iba a arrebatar de un mo: mento a otro de este mundo, volviera a los caminos de la Religión. 10 Suplicaron al santo Capuchino se acercara a la cabecera del paciente. Fué, y viendo al enfermo en tan gran martirio, compadecido de sus sufrimientos, le habló con amor, le abrazó contra su pecho y, después, con gran dulzura, con religiosa terneza, acercó sus 19 labios a las hinchadas y ya deformes manos del ancia- no, besó cada una de las articulaciones de los huesos, y se retiró, dejando al enfermo asombrado de tan pro- funda caridad. De pronto, comenzó a notar que la inflamación había desaparecido, los dolores habian cesado, y que todo su cuerpo experimentaba un agradable bienes- tar. «¡Me he curado! ¡Me he curado!» comenzó a gritar el enfermo. «Ya no siento nada...» Se com-

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