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— 316 — bondad de la Santísima Virgen, proponiéndome des- pués ofreciera una suma cualquiera, que dejaba a mi elección, para ayudar a las obras de Ntra. Sra. del Encuentro, en Jerusalén. »Con gran descontento de los médicos, nos opusi- mos todos a que se verificara la amputación, y el mila- gro vino del cielo. Mi brazo, vuelto ya a su color ordi- nario y a su estado normal, da testimonio de la bondad de Dios y de la influencia grande que el P. María- Antonio tenía con la Virgen. » Algunos días más tarde, vino a hacerme su se- gunda visita, y encontrándome todavía en cama, mar: chó aquel mismo día a Lourdes para rogar por mí, cerca de la gruta. Un sacerdote amigo de la casa, que le acompañó, nos contó después, que no quiso comer absolutamente nada durante las 38 horas que duró el viaje, habiendo sido inútiles cuantas instancias le hizo para que tomara algo. »Ocho días más tarde, abandonaba yo mi lecho de dolor, sobre el cual tanto tiempo había estado pos: trada.» El Santo de Tolosa supo otro día, que su excelente amigo el Párroco de Raynaude era víctima de una fluxión de pecho, complicada con mal de corazón € hígado, enfermedad que, por su edad avanzada, daba tan pocas esperanzas de salvación que juzgaron con: veniente administrarle los últimos Sacramentos. Apenas recibió la noticia, tomó el Religioso una estampa de S. José y escribió al pie de ella: «Que mi querido Párroco de Raynaude no muera. ¡San José, conservadle!», e inmediatamente la envió a su amigo. Sujetaron la estampa con agujas en la cortinilla de
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