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O el Sr, Molinier no tuvo sino elogios para su nuevo encomendado, que adelantaba a pasos de gigante, tanto en las ciencias como en su ejemplar comporta- miento, ¿Por qué, en su primera entrevista con nuestro León, le llamó capuchinito? Tal vez fuera a conse- cuencia de un viaje que hizo a Tolosa el R. P. Euge- nio de Potries, religioso español, con el fin de trabajar en la restauración de su Orden. León Clergue y otro niño que llegó a ser más tarde el P. Bancal del Calva- rio, se ofrecieron por guías y conductores del Ca- puchino a través de las plazas y calles de la ciudad, Sus pies descalzos y aquel hábito, que jamás habían visto, debieron impresionar fuertemente la tierna ima- ginación de nuestro joven, y no es temerario, por lo tanto, suponer que aquel día recibió el sensible cora- zón de nuestro seminarista el primer llamamiento de la vocación seráfica. Entre los varios profesores de nuestro estudiante, se encontraba el célebre P. Caussette, amigo de la familia, que llegó en cierta ocasión a pasar en Lavaur parte de sus vacaciones, y entre sus muchos condiscí- pulos contaba a Pablo Goux, sobrino del Rector y futuro Obispo de Versailles, a Gabriel Monbet, que llegó a ser el célebre Abad de la Trapa de Aiguebel- le; a León Fabre, que murió siendo párroco de San Nicolás de Tolosa, y a David, que fué deán de Villemur. Sobresaliendo entre todos por su piedad, trabajaba asimismo por aventajarles en todas las ramas de las ciencias. En las composiciones literarias se anunciaba ya su espiritu vivo, alerta, con un estilo poético, chis- peante, lleno de ocurrencias y aunque a veces algo
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