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— 310 — Volvió a meter la mano, y esta vez encontró, no dos, sino cuatro monedas de cinco céntimos, dandóselas inmediatamente al pobre. »El criado llegó fuera de sí al convento, no sabiendo cómo referir el hecho y con el único sentimiento— según decía—de no haber encontrado más pobres en el camino, para ver si continuaba el milagro.» Como paño de lágrimas que era de todos los afligi- dos, la Superiora de un Hospital confióle la angustiosa situación por que atravesaba la Comunidad, pues la deuda del pan subía ya a diez mil pesetas y todavía no tenía un céntimo con qué pagarla. «—Mi buena Madre—le respondió el venerable Capuchino,—no se aflija. He visto en la capilla un cuadro que representa la multiplicación de los panes. Tome una moneda de diez céntimos y póngala a los pies del Salvador, rogán- dole al mismo tiempo que por amor a sus pobres renueve la multiplicación.» Hízolo así la afligida Supe- riora, y a los pocos días recibía aviso de un notario, anunciándole que cierta persona, que acababa de fallecer, legaba una suma de quince mil pesetas para su benéfico establecimiento. La Comunidad de «El Refugio», de Narbona, atri- buye también al P. María-Antonio una gracia de orden especial que puede ser comparada con la historia de la col milagrosa, que dejamos narrada en otro lugar. El cristiano lector, que sabe muy bien cómo no hay nada pequeño a los ojos de Dios y cómo vela la divina Providencia aun sobre los intereses más insig- nificantes de los que en ella ponen su confianza, no encontrará en el siguiente relato nada de indigno ni de inverosímil,

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