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o A el camino con dos vagabundos que se decian músicos y cuya miserable apariencia mostraba bien a las claras que no debian ser muy brillantes los éxitos y ganancias que obtenian en sus conciertos, Después del imprescindible saludo, les dijo: «Veo que estáis cansados, amigos mios, y la sed os debe molestar bastante. Venid a descansar un rato para reponeros.»—«Ah, Señor, tantas gracias, ¿Cómo va- mos a rehusar vuestro amable ofrecimiento?»—Des- pués de la colación que él mismo les sirvió en casa del Párroco, les volvió a decir: «Voy a daros una buena noticia: mañana hay convite en la mesa del Señor, y a él están invitados todos los hombres de Salviac. Serán muy raros los que falten. Precisa- mente andaba yo recorriendo, como buen criado, las calles de la ciudad, en busca de convidados para el convite, cuando os he encontrado a vosotros, Asi es , que espero asistiréis con los demás, pues aunque hayáis sido los últimos en llegar, se os tratará como si fueseis de los primeros. ¡Ah, hijos míos! ¡qué alegria tan grande me ha causado vuestro encuentro! voy a abrazaros contra mi pecho, esperando que el Señor baje mañana al vuestro, porque el alimento que os A ofrezco y del cual habéis olvidado tal vez hasta el gusto, es el mismo Dios. Acercaos pues al festín, Una ¡ condición tan sola se os exige, el que vayáis limpios, ¡ aseados, que sacudáis el polvo de vuestras almas. Vamos, pues, a hacer juntos este preparativo; os vais a confesar los dos, uno tras otro, y no temáis, que ya os ayudaré yo.» Aquellos hombres, subyugados, enternecidos por la bondad y el cariño que les mostrabael varón de
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