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eS E AR ARALAR NA aten: A llevarlo al orfelinato y allí se dirigía, cuando he aquí que se le ocurre entrar en la casa de una señora muy piadosa y dada a obras de caridad. Deja al niño en la escalera, sube y entra en conversación con la señora, hablándole con una elocuencia más persuasiva que de ordinario, del Niño Jesús y del pobre establo de Belén, Cuando se hallaba en lo mejor de su plática, se levanta de repente y exclama: «—¡Ah, señora! se me ha ocu- rrido una idea, le voy a hacer a usted un regalo, pero un regalo de circunstancias. Le voy a regalar un niño Jesús tan hermoso, que en ninguna parte ha de estar mejor que aquí, en medio de estas joyas de arte, que con tanto gusto ha sabido usted escoger para el naci- miento.» La señora, muy alborozada de alegría, le dió con reconocimiento las gracias anticipadas. Sale el P, María-Antonio, baja la escalera y vuelve a subir con la criatura en los brazos. «—Mirele, mírele usted exclama triunfante—¡qué hermoso es! Cuídelo usted bien, edúquelo con esmero, que es el Niño Jesús.» En otra ocasión, llevando igualmente de la mano a un huerfanito, detiene en medio de la calle el coche de una encopetada señora, a quien conocía, sin duda, por haberle pedido más de una vez tales favores. «—¡Ah, señora, qué a propósito pasa usted por aquí—le decía el santo Capuchino! La divina Providencia la envía, precisamente en el mismo momento en que esta pobre criatura iba a morir de hambre. Voy a llevarla en su nombre al orfelinato y diré a las Hermanas que usted la adopta y que pagará la pensión.» La multitud de niños huérfanos o abandonados que su inagotable caridad necesitaba proteger, le sugirió una idea que fué la obsesión de toda su vida. La de

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