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= "203 mos, permaneció sorda e insensible a los caritativos ruegos del Padre, declarándole terminantemente que su puerta estaría siempre cerrada a cierta clase de solicitantes y que era inútil volviera a presentarse otra vez. Precisamente tenía entonces el P. María-Antonio un enfermo de cuidado que necesitaba una asistencia pronta. Pero ¿cómo se las iba a arreglar para tomar por asalto aquella fortaleza al parecer inexpugnable? ¿No podría introducir furtivamente en ella a su pobre enfermo? Pronto concibió el plan. A los pocos días, va muy de mañana al locutorio y ruega a la Superiora le deje descansar un rato, mien- tras llega la hora del tren en que debe partir. Se sienta con mucha tranquilidad y comienza a rezar el breviario. Llama después a la Portera y le dice: «—El caso es que tengo, aquí cerca, en una casa vecina, un paquete y veo que no lo traen. Voy a buscarlo, —Pero, Padre, no haga usted eso; ya enviaremos nosotras a alguno que se lo traiga. —Imposible, no podrían uste- des encontrar la casa. Vuelvo al instante.» En efecto, marchó, y al poco rato se le ve que vuelve trayendo, apoyado en su brazo, al pobre enfermo. «— Aquí está mi paquete. Guárdenmelo bien, que tengo prisa.» Y desapareció, dejando al enfermo con la Religiosa, que no tuyo más remedio que recibirlo. Otro día le vieron las gentes llevando en sus brazos a una criatura, que sin duda había recogido en alguna de las miserables buhardillas que tanto frecuentaba. Como se deja comprender, necesitaba buscarle cuanto antes un hogar de adopción. El tiempo era frío, pues estaban próximas las Pascuas de Navidad. Pensaba
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