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- "289 — mistificar a los petardistas y falsos pobres. ¿Quién podrá contar el dinero que de esta manera distribuyó el P. María-Antonio, los pisos y habitaciones que pagó, las lágrimas y miserias que alivió? «Es un gran consuelo para mi—solía decir—el que mi voto de pobreza, lejos de impedirme aliviar las miserias del pobre, me lo ha facilitado muchísimo. Era ésta una de mis mayores penas al hacerme Religioso; sentía, al pensar esto, un gran peso en mi corazón; pero el Señor lo ha sabido remediar de tal modo, que puedo asegurar que, desde mi Profesión, he gastado muchos miles de francos en ayudar a los pobres.» Y ¿quién lo dijera? ¡Cosa verdaderamente admi- rable! A pesar de correr tanto dinero por sus manos, jamás empleó un céntimo tan sólo en utilidad propia, permaneciendo tan fiel y riguroso al voto de pobreza, que ni siquiera se atrevía a veces, durante sus conti- nuos y largos viajes, no diremos a comprar revistas y periódicos que pudieran hacerle olvidar las molestias del camino, pero ni aun siquiera a procurarse el ali- mento necesario. Conocido como era su ardiente amor a los pobres, no es de extrañar que muchas personas caritativas le nombraran su limosnero, como sucedió con Monseñor Mathieu, luego que fué elevado a la sede Arzobispal de Tolosa, quien comprendiendo, por lo que había oído de él, que nadie mejor que el celoso Capuchino cono- cía los tristes secretos de las buhardillas, le confió la distribución de sus limosnas. De aquí las frecuentes visitas que el P. María-Antonio se veía obligado a hacer al Palacio Arzobispal, donde cierto día sorpren- dió uno de los secretarios al Prelado arrodillado ante 19. P. MARÍA - ANTONIO

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