BCCPAM000R08-4-10000000000000
4 p 0 todo no se estaba seguro de que el democrático ins. trumento hubiese cumplido bien con su obligación, A las doce en punto, empezaban a afluir los pobres en pequeñas caravanas, que se iban estacionando a las puertas del Convento. Poco a poco, los grupos se engrosaban, y cada uno de ellos entablaba una conver- sación sostenida, mientras sentados unos al sol y reco- gidos y acurrucados otros en la entrada de la porte- ría, esperaban a que llegase el momento en que hacía st aparición el simpático Fr. Rufino, ceñido de curioso delantal, activo y grave, con la gravedad que pedía el negocio, que era para él el más importante de todo el día, pues iba a ejercer las funciones más altas y apreciadas de su caritativa humildad. Poníase de rodillas en medio de aquella familia de desheredados, y con las manos juntas y los ojos fijos en la imagen del Sagrado Corazón que adornaba el muro del Con- vento, recitaba, con voz conmovida y temblorosa, una oración a la que todos respondían. Después, haciendo con gran reverencia la señal de la cruz, empezaba la explicación de una página del.catecismo, cosa que a la verdad no venía mal a aquellas gentes. Concluídos los rezos, volvía el buen Hermano a la cocina en busca de la olla y demás que debía comple: tar la comida. Entonces Antonio, criado del Con- vento, y ya anciano, quedaba vigilando la cuadrilla y continuaba la explicación interrumpida, pero en otro estilo más directo, pues sabía de memoria de qué sitios tan sospechosos procedía aquella tropa de men- digos. Había entre ellos, y los conocía bien, anarquis- tas, apaches, enemigos implacables de aquellos frai- les que les daban de comer; veía individuos a quienes
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz