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CAPÍTULO XVII El Padre de los pobres Sucursal de colocaciones.—Extraña correspondencia.—Mendigos y señoras.—La sopa de los pobres.—Un compañero providen- cial.—La administradora del Capuchino. Aquel a quien, niño todavía, sorprendimos compar- tiendo su desayuno con un mendigo de la calle, hacién- dose luego, en Tolosa, el apóstol de la gente más baja y despreciada de la sociedad, y ayudando en los cami- nos de la Provenza a una tropa desarrapada de come- diantes, continuó siendo durante toda su vida lo que tales comienzos prometían, ya que el P, María-Antonio parecía haber heredado de su Seráfico Padre el amor alos pobres. Este amor era, al decir de uno de sus Superiores, el primero y más característico de los rasgos de nuestro Apóstol. Continuamente se le veía por las calles de Tolosa, rodeado de mendigos y necesitados: niños que pedían pan, obreros que buscaban trabajo, mujeres que le hablaban de sus maridos. A todos escuchaba y respon-

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