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0 Pontífice. Estos nombres fueron León, Francisco, Agustín. Él mismo se complacía en recordar cómo le fué impuesto el primero de estos nombres: «Pregunta- ban al Sr. Clergue qué nombre se había de imponer al niño, y él respondía; se ha de llamar como su padre, —añadiendo a continnación,—su padre y el padre de todos los cristianos es el Papa, y a causa de León XII entonces reinante, se le impuso el nombre de León.» Sus compañeros de infancia, a los cuales obligaba a rezar con él, dirigiéndoles de vez en cuando algunos sermoncitos desde lo alto de una piedra o de un muro, le saludaban gravemente al despedirse, no dándole otro apodo que el de León-Papa. León tuvo un hermano, llamado Celestino, a quien volveremos a encontrar más tarde, y una hermana que al casarse tomó el nombre de Mme. Perilié, «En nuestra casa, dice el mismo Padre, las oracio- nes se rezaban en familia. Antes de ponernos a comer, leía mi madre la «Imitación de Cristo» y «La vida de los santos», y al terminar la comida, mi padre recitaba siempre, con gran emoción y sentimiento, alguna página de Racine o una fábula de La-Fontaine. Forti- ficado el espíritu con esta vida, y sobre todo con la santa Misa, que oíamos todos los días, mi padre se mostraba cada vez más solícito y puntual en su tra- bajo de escritorio, y mi madre más hábil en el arreglo y cuidado de la casa.» La Virgen María había tomado ya bajo su manto protector a este hijo de bendición, pues el padre, inme- diatamente después del bautismo, le había depositado sobre el altar para consagrarlo a la Reina de los Ánge- les, «Ocho veces—decía aquel santo varón a su hijo,—

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