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2711 — «No hay sino un remedio contra la dinamita, al 1 / menos yo no conozco más que uno, pero infalible. Hélo pl Ll li aquí. Que todos los Diputados y Senadores que han H li , contribuído con su impiedad o con su cobardía a que 11 y Mi se suspendan nuestras procesiones religiosas, hagan hi j | ! ellos mismos una, solemne, grandiosa, saliendo del Mi 1 Congreso de dos en dos, con la cabeza descubierta y 13418 los ojos bajos, precedidos de un gran crucifijo y escol- tados por las tropas, a quienes el Ministro de la AN Guerra ha prohibido entrar en la iglesia. h »Que de este modo, en procesión, vayan pausada- y] mente y en silencio, primero a Ntra. Sra. de las Vic- 1] torias, porque María es el refugio de los pecadores, y Bl IS de allí a Montmartre, porque Jesús es el asilo de los MN di i : que han prevaricado. Yendo a Nuestra Señora y a UU Montmartre, no se olviden de hacer una parada ante E ! los escombros, todavía humeantes, del Comisariato de j e ; 4 dul policía, destruído por la chusma a quien ellos, con sus mi libertades de perdición, educaron en el desenfreno, y dense allí recios golpes de pecho, rogando por las víc- timas de cuya trágica muerte son responsables. »Que al llegar a Montmartre hagan al Sagrado Corazón, en presencia del cielo y la tierra, ante Fran- AA cia y el mundo todo, un acto público y solemne de AO desagravio. Me he olvidado de M. Carnot, y no hay LEA que olvidarle. El es quien, en toda lógica, en toda justicia y caballerosidad, debe marchar delante de todos, con una soga al cuello, y el que debe leer en EA voz alta, ante el Sagrado Corazón de Jesús, el acto de Mi 1 desagravios. Porque ¿no es por ventura él quien debe expiar el enorme crimen cometido a la faz del mundo, cuando, visitando oficialmente todas las grandes ciu-

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