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- 270 — de escuela. Esto es literalmente cierto. Satanás aca. ba de hacerse maestro de escuela.» No se extrañe lo impetuoso de su forma. ¡Ah! es que se trataba de lo que después de Dios y de la Iglesia le llegaba más al corazón: La inocente alma de los niños. Veía la conspiración masónica que se iba tramando contra esos seres tan preferidos y amados de Jesús; veía abiertas las horribles fauces del nuevo Moloc, para devorarlos y, como leona herida a quien arrancan sus cachorros, caía sin compasión sobre los enemigos de la infancia, llamándoles verdugos, asesinos, corrupto- res, y repitiéndoles sin cesar desde las páginas de sus libros y desde los púlpitos de todas las iglesias de Francia, el formidable anatema de Jesucristo. «Maldi- tos vosotros, los que escandalizáis a los niños Merecertais se os arrojara al fondo del mar, con una piedra de molino al cuello. Pero vuestro castigo ha de ser mucho mayor todavía.» Jamás enmudeció contra el menor atentado que se cometiera contra la Iglesia, y para mejor vengar a su madre, para mejor preservar a las almas y para que fuera más pública la defensa, hacíase periodista, en- viando a La semaine catholique y a L'express du Mi- dí, cartas y artículos que se apresuraban a publicar, orgullosos de poderle contar entre sus colaboradores, ostentando en sus columnas la prestigiosa firma del célebre Misionero. Cierto día envió a L' Univers algunas líneas enca- bezadas con este título: O Cristo o la dinamita, en las cuales con su estilo satírico, original, daba consejos que Francia entera aplaudió, reproduciéndolos en toda la prensa de la nación.

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