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238 — trenes, corría a depositar sobre ella paquetes de apuntes tomados durante sus viajes, recortes de perió- dicos, cartas: recibidas, manuscritos de sermones, obritas y hojas de propaganda. Los montones de papel, de todas formas y colores, se aglomeraban por todas partes, bajo la mesa, bajo la cama, entre los libros, de modo que era imposible hallar en aquel estrecho recinto ni un rincón desocupado. Pero esto, repeti. mos, no era más que una apariencia de desorden; pues recogía y conservaba con escrupulosa exactitud todas sus notas y apuntes. Precisamente, esa aglomeración ha sido para nosotros la mina más rica, pues en ella hemos encontrado los bocetos de todos sus sermones, los manuscritos de sus obras, los recuerdos de familia, las principales cartas que recibía y aun copia de las que enviaba, hasta los libros de cuentas de cuando fué coadjutor de San Gaudencio y los cuadernos de sus fervorosas resoluciones del tiempo del Seminario. Sus notas se hallan siempre escritas sobre trozos de papeles inservibles, como el reverso de un sobre o la margen de un periódico, empleando para escribir lo primero que tenía a la mano: un lápiz, una pluma, a veces tan usada que se hace casi imposible descifrar los geroglíficos que trazaba a toda prisa para su uso particular. Se encuentran notas aun sobre las hojas de su breviario, verdadero monumento elevado a la santa pobreza. Había sido su compañero inseparable en el apostolado, el testigo de sus dolores y de sus alegrías, lo había llevado consigo de ciudad en ciudad, de misión en misión, con él había hecho, en fin, todas sus campañas. Así es que las hojas estaban gastadas, los bordes aparecían irregulares, rotos y manchados

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