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a Mt Il | a DIR grandeza inefable de la Divinidad y le dirige RN Sus cantos de admiración. Este púlpito es símbolo de la grandeza de la verdad, esa cúpula predica la gran- deza del genio, esa Roma nos muestra el imperio de la fuerza. Y en medio de tanta grandeza creada, yo no en- cuentro más que una ¡Dios mío! y esa es la vuestra, de la cual no son sino pálido reflejo las que admiramos.» Un religioso que, por su saber y sus virtudes, des. empeñaba en Roma cargo importante, habiendo oído esta alocución, dió de ella su parecer a los que le pre- guntaban, con una sentencia que encierra la mayor alabanza que de labios autorizados ha podido oir un predicador: «Ha sido digna del lugar en que se ha pro nunciado, » El P. María-Antonio no hizo más peregrinaciones a Tierra Santa, pero volvió repetidas veces a Roma, siendo la última en 1900, llamado por los superiores Ge nerales, para que hablase, con la unción que le caracte- rizaba, en el Congreso Internacional de la Tercera Or- den de San Francisco, celebrado aquel año en Roma, En esta ocasión fué también cuando, habiendo sabido el R. P. General Bernardo de Andermatt que el P. María-Antonio celebraba de allí a poco sus bodas de oro, quiso que esta solemnidad tuviera sus comien- zos en la Ciudad Eterna, sorprendiéndole, uno de los días, con una fiesta celebrada en su honor y en la cual el Predicador Apostólico, R. P. Pacífico de Seggiano, después Ministro General, compuso y declamó una oda latina, para brindar a Ja salud del venerable anciano, a quien todos los Religiosos presentes, —y los había de todas las naciones, —y aun los mismos Superiores, con- sideraban como un Santo y una gloria de la Orden.
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