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— AY=— górica, recibía por escrito la respuesta en cartas de cuarenta y más páginas, podía contestarle con razón: «señor Allegret, usted no responde a la cuestión, usted la rehuye, como lo han hecho todos sus compa- ñeros a quienes la he puesto. Emborronar cuartillas escribiendo largas parrafadas no es responder, y mucho menos probar. Por lo tanto se confiesa usted vencido». La Bancarrota del Protestantismo, tal es el libro con el que el P. María-Antonio, sin citar en extenso la indigesta prosa del pastor, cuenta esta última vic. toria conseguida sobre el infierno, aprovechando de paso esta ocasión para descubrir y demostrar en el Protestantismo actual, ya tan trabajado por internas disensiones, las señales de una avanzada decrepitud, que anuncia su próximo fin, al menos como sociedad religiosa. De este modo el valiente luchador perseguía al diablo, dondequiera que le encontraba y bajo cual- quiera forma que tomase. Combatió sin tregua, sin descanso y sus victorias no tienen número. Por esta razón, ya anciano, pero siempre alegre, afable e inge- nioso en sus ocurrencias, decía a un grupo de amigos que le rodeaban: «Ya no tengo dientes; de tanto mor- derle los he dejado todos en la piel del diablo.»

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