BCCPAM000R08-4-10000000000000

208 — De este irónico contraste, el vigoroso polemista pasa al contraste que hacen en la Biblia, el pequeño David y el gigante Goliath. Ha roto ya las flechas del enemigo, ha pulverizado las objeciones del error y arroja por último cinco piedrecillas al enemigo, pre- senta al Protestantismo cinco ataques formidables, directos, que constituyen una refutación viva, certera, llena de espíritu y de incontestable lógica. Al leer tales páginas, el corazón se hinche de alegría y una sonrisa compasiva se asoma a los labios que no pueden menos de repetir: ¡¡Pobre pastor!! ¡Pobre Protestan- tismo! Algunos años más tarde, tuvo que sostener otro combate parecido en la región de Céevennes, pero con la diferencia de no ser uno solo, sino dos, los ministros que se presentaron a disputar con el Capuchino, exi- giendo éste que el encuentro tuviera lugar en el tem- plo protestante. El principio de autoridad era siempre la primera objeción que les ponía, y como dicho princi- pio es el error fundamental en que descansa todo el Protestantismo, de aquí que los ministros, con gran confusión de sus secuaces, quedaran inmediatamente envueltos en una red inextricable, de la que no podían deshacerse. Disimularon su derrota y fingieron encerrarse en un prudente silencio. Mas a. los pocos días aparecieron por el pueblo una infinidad de hojitas volantes, escritas o dictadas por ellos mismos, como claramente se dejaba ver en las expresiones, en los textos de la Escritura, y hasta en el estilo, llenas de injurias y falsedades, y en las que lanzaban mil orduras contra el sacerdocio cató: lico o, mejor dicho, contra la virtud que más le distin-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz