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— 204 — la muerte. Hé aquí porqué os anuncio de parte de Dios, que estáis obligados a ser católicos y buenos católicos.» Terminado que hubo el P. María-Antonio, dispú- sose a hablar el ministro; mas el Misionero le detuvo diciendo: —«Antes de hablar he demostrado yo mi misión y mi autoridad; probad antes la vuestra. ¿Qué derecho tenéis para tratar las cuestiones religiosas? ¿En nombre de quién nos vais a hablar?» El ministro, confuso en un principio ante pregunta tan inesperada, se repuso algún tanto y respondió: «Vengo a hablar en nombre de Dios y de su Cristo,» —«Muy bien dicho, pero es necesario probarlo.»— «No necesito probarlo. Lo siento en mí mismo por una inspiración interior.» A estas palabras respondió el Padre con una son» risa maliciosa y un argumento ad hominem.—«Hom- bre, mire usted, allá en el fondo hay un guarda rural, ¿Le reconocería usted algún derecho, si no estando delegado por el señor Prefecto o el Alcalde, quisiera formarle a usted proceso verbal, bajo el pretexto que sentía en su interior inspiración para ser guarda rural? Necesitamos títulos y pruebas que se puedan ver. Nadie ve la inspiración de usted, y sin pretender ofenderle con la comparación, cualquiera loco podría decirse tan inspirado como el más cuerdo de los hombres.» «Pero yo he recibido la imposición de las manos replicó el Pastor.—Soy enviado por el Consistorio.- Y ¿qué Consistorio es ese? ¿Quién os ha impuesto las manos? Hombres como usted, sin autoridad alguna, que ni participan de los Apóstoles, ni de sus suce:

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