BCCPAM000R08-4-10000000000000
— 21 — aceptar, las tres condiciones siguientes, que fueron inmediatamente admitidas: 1.2 No entraré en la escuela hasta que todos, católicos y protestantes, estén reunidos y colocados perfectamente en orden. 2,* Seré el primero en hablar y nadie podrá inte- rrumpir hasta que haya terminado. 3,* Tendré libertar de poner a vuestro pastor las cuestiones que crea convenientes. Una hora después entraba el P. María-Antonio en el local de la escuela, en medio de una expectación y un silencio profundos. «Nosotros los católicos—dijo en voz alta y con gravedad — no damos principio a ninguna acción importante sin antes levantar el corazón al Señor, y como nada hay más importante sobre la tierra que anunciar y oir la palabra de Dios, empezaremos ele- vando nuestra oración al cielo.» Se puso de rodillas en medio de la sala y todos los católicos hicieron lo mismo; los protestantes permane- cieron de pie, azorados, sin saber qué hacer, suplicando con la mirada a su ministro les sacase de aquel atolla- dero. Pero el pastor, pálido y estupefacto, era el que más corrido se hallaba. El P. María-Antonio acudió en su auxilio, diciéndole: «¿Cómo es eso, señor minis- tro? ¿Por ventura los protestantes no oran?»—«Dis- pense, Padre, también nosotros oramos» respondió el interpelado. — «Pues entonces ¿cómo es que no os ponéis de rodillas para orar?»—«Nos ponemos tan sólo algunas veces.» —«Pues poneos también ahora. Que sea ésta una de esas veces.» Subyugados por la expresión dulce y persuasiva de
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz