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— 199 — La transformación de aquel valle, de aquellas montañas, de aquella región entera en grandioso santuario de la Reina de los cielos, es obra en primer lugar de María y fruto de los sacrificios y desvelos de un sacerdote venerable y del P. María-Antonio. Hace sesenta años no se contaba allí sino un número redu- cido de católicos, pobres, despreciados, perdidos en medio de un pueblo protestante, que había ido poco a poco absorbiendo todo el dinero y todas las tierras del país. El sacerdote tuvo suficiente valor y celo para esta- blecer su vivienda en aquel ambiente de irreligión y mercantilismo, y la divina Providencia, que no aban- dona jamás a los suyos, no sólo le concedió lo necesa- rio para su subsistencia, sino que pudo llegar a cons- truir, como ex-voto de gratitud a María Inmaculada, una iglesia, una escuela y un Vía-Crucis monumental, consiguiendo transformar aquella región en un centro de intensa actividad católico-social. El párroco de Reynaude edificó la fortaleza y el P, María-Antonio alcanzó la victoria. En 1865 predicó nuestro Misionero en la iglesia de Gabre, alentando a los católicos, presidiendo sus manifestaciones de fe, erigiendo una cruz en medio del pueblo y haciéndola aclamar con frenesí. Mas si los católicos estaban entusiasmados, los herejes bramaban de cólera, reuníanse en secretos conciliábulos, y movidos por sus pastores llenaban al Capuchino de injurias y burlas donde quiera que le encontrasen. «¡Anda de ahí, falso profeta, que estás destruyendo la Iglesia de Dios! Tu hábito de lana y tus pies desnudos prueban bien claramente que eres Í Ñi ' i

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