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E 2 ante la magnitud de los trabajos y el cansancio de una lucha sin tregua se siente cobarde, sin ánimo, tentado a abandonar su puesto, para que otros más valerosos y esforzados lleven adelante la obra que no se cree lla- mado a continuar?... Pues considere a ese anciano de ochenta y dos años, que luchando hasta el. último momento, no desesperó nunca de la salvación de su pueblo. Pero no, muy al contrario; de pie, firmes en sus puestos y prontos al combate, encontraréis a todos esos venerables sacerdotes, a esos directores de almas, a todos esos organizadores de la acción social, estre- chamente unidos por una disciplina inviolable, despo- jados inicuamente de sus bienes—sacrificio inmenso, ciertamente, pero sacrificio que ninguno de ellos ha deplorado, porque les da más libertad e independencia en el ejercicio de sus derechos.—Con aliento magná- nimo no aspiran sino a moverse, a caminar siempre hacia adelante, y les veréis que trabajan y vuelven a construir el edificio, a reconquistar al pueblo por todos los medios que el progreso moderno pone en sus manos, desarrollando toda suerte de iniciativas, aun las que a primera vista parecen más atrevidas. No obstante hablemos claro; ¿son igualmente lau- dables tan generosos esfuerzos? ¿Pensamos por ven- tura salvar la Religión y la Patria con sports, bandas y proyecciones luminosas? Estos medios, así como los Sindicatos, la Mutualidad, los Patronatos, las Cajas rurales y otros, serán buenos si el que se sirve de ellos es un hombre de Dios; mas por el contrario, todos los medios humanos, aun los más eficaces y mejor combinados, no darán ningún resultado, no llegarán jamás al objeto espiritual y divino que se pretende,
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