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— 19 - penitentes, para cerciorarse que permanecían fieles a la vocación que él les había mostrado o descubierto, Viendo, cierto día, en la iglesia del Rosario, a un joven enfermo, colocado sobre una camilla, se acercó para conocerle y le dijo: «La Virgen Santísima te curará, si prometes consagrarte a Dios en el claus- tro.» El joven lo prometió, y habiendo recobrado su salud, cumplió fielmente su promesa, consagrándose al servicio del Señor. El P. María-Antonio le escribía a menudo para sostenerle y animarle en su vocación, «Antes de obtener tu curación —le decía en una de sus cartas—la Virgen me obligó a prometerle que sería yo tu Director espiritual.» Cuántas vocaciones descu- brió y cultivó de este modo, conduciéndolas a feliz término. Seguramente no habrá en Francia Congre: gación alguna Religiosa, que no cuente entre sus miembros alguno de estos frutos del gran Apóstol Capuchino. Pero aparte de esta acción tan intensa y fecunda sobre las almas, tuvo el incansable Misionero una parte muy excepcional en las obras exteriores y en el movimiento cada vez creciente de las peregrina: ciones. El fué el alma de muchas de las manifestacio- nes de fe más grandiosas de que Lourdes ha sido teatro. El fué el iniciador de ciertas prácticas reli- giosas, que forman hoy parte integrante de la litur- gia de Lourdes. Fué el arquitecto y el ingeniero de las grutas de Espelugues, que tan admirablemente vienen a completar la célebre Gruta de las orillas del Gave y el Calvario de la Montaña. El fué quien con- dujo a Lourdes una de las primeras peregrinaciones, la de Montrejeau, que cerraba con esta manifestación
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