BCCPAM000R08-4-10000000000000
— 191 — sería prolijo enumerar, no podemos pasar en silencio, lo de una señora bastante mundana, que tropezando en Lourdes con el P. María-Antonio, retrocedió ins- tintivamente. Notólo el Misionero, y acercándose a ella maliciosamente, le presentó el crucifijo para que lo besara. Rehusó la dama con energía, pretextando que no podía besar un objeto por el que habían pasa- do tantos labios. Mas ¿quién era capaz de resistir al Capuchino, dulce, insinuante a veces, imperioso y tenaz otras? Así es que no tuvo más remedio que besarlo, Aquel beso dió sus frutos. Los remordimientos de su vida mundana se despertaron en el alma de aque- lla dama y la infundieron saludables reflexiones, tanto, que aquella misma tarde se arrodillaba ante el confe- sonario del Capuchino.—«¡Cuánto gasta usted al año en trajes y perfumes?»—le pregunta el Misionero, La suma era fabulosa.—«Vamos, comprenda usted que eso es demasiado para adornar un cuerpo que se ha de pudrir en la tierra. Prométame que desde hoy la mitad de esa suma la dará usted a los pobres.» Lo prometió, y de este modo su conversión fué completa, Lourdes era al mismo tiempo para el santo confe- sor campo fecundo donde reclutaba vocaciones para la vida religiosa, cuya excelencia y beneficios sabía muy bien ponderar. A unos revelaba con sólo una palabra la vocación en que nunca habían pensado. A otros quitaba las dudas de su conciencia, llevando a su alma la paz y la confianza en Dios. Con frecuencia los avisos y consejos tomaban el carácter de intui- ciones proféticas. Exhortaba, animaba y hasta enta- blaba a veces correspondencia con algunos de sus
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz