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— 188— Capuchino fué el primero en hacerse reclutador de muchedumbres, organizador incansable de peregrina- ciones, apologista entusiasta y sobre todo servidor fiel de la blanca Virgen del Pirineo. Admirado en gran manera queda el lector, cuando al hojear los «Anales de la Grotte», encuentra estam- pado en cada una de sus páginas el nombre de nuestro fervoroso Misionero, no pudiendo menos de pregun- tarse si es posible que no poseyera el célebre Capu- chino el don de la ubicuidad. Predicaba Misión sobre Misión, corría del uno al otro lado de Francia, y sin embargo en todas las manifestaciones, en todas las fiestas, en todas las peregrinaciones, lo encontramos cabe la gruta de la Inmaculada. Jamás pasó inadver- tida su presencia; siempre era invitado a predicar, y sus alocuciones tan frecuentes y jamás repetidas, eran de aquellas que nunca hastían al alma, porque dejan en ella una impresión profunda, un recuerdo impere- cedero. «El P. María-Antonio está en Lourdes—decía en cierta ocasión el Journal de la Grotte—imútil por lo tanto preguntar quién será el predicador. Aparece, en efecto, sobre un púlpito improvisado, y perora con voz siempre rejuvenecida por el entusiasmo. Habla del amor de María, de su amor universal, y si queréis, del amor que siente María hacia todas las regiones de Francia, que allí, junto a la gruta, se encuentran representadas, pues el fervoroso Capuchino conoce perfectamente la historia de todos los pueblos de Francia. Conoce a los lioneses, cuyos admirables santuarios ha visitado; conoce a los habitantes de las Landas, por haberlos evangelizado repetidas veces;

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