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— 175 — tido la menor fatiga durante el camino; todos pre- tendían no haber experimentado el peso de la imagen, y aun los que, sudorosos y jadeantes, pidieron la ayuda de los bueyes, estaban prontos a jurar que ni siquiera habían tirado de las cuerdas. Efecto del entusiasmo que supo inspirarles el Misionero, y que aquellas gentes sencillas estaban bien cerca de atribuirlo a milagro. En Puylaurens, pequeña ciudad del Tarn, llamada porel P, María-Antonio la Ginebra de Francia, a causa del gran número de protestantes que en ella había, predicó una de sus más célebres y fructuosas Misiones. Fijándose cierto día en que cerca de la iglesia, que domina toda la explanada de Revel, exis- tía un terreno libre y abandonado a consecuencia de un incendio, le vino al pensamiento la idea de levan- tar en aquel lugar el recuerdo de la Misión, sin arre- drarse por las grandes dificultades que el proyecto ofrecía, pues además de estar situado dicho terreno sobre la falda de una colina, se hallaba surcado por una ondulación lo bastante brusca y profunda para poder llamarla precipicio. Echó a volar su idea, por ver si cristalizaba, y al punto se atrajo el entusiasmo y las voluntades de todos. A pesar de tratarse nada menos que de nivelar un terreno tan accidentado, la ciudad y los pueblos circunvecinos se pusieron inmediatamente en movi: miento, viniendo de todas partes con carros y ani- males para empezar las obras, y quedando aquello convertido durante quince días continuos en un hor- miguero monstruo, donde se movía en incesante ir y venir una procesión de nuevo estilo, que marchaba Aporte romilpó A AAA A o a ln AT ez RAS AA A O aa
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