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174 ha traído aquí la Virgen cuando todo el pueblo se pre- paraba a traerla solemnemente? No es así como se han de hacer las cosas. No se dirá que nuestra Madre ha entrado en Viviers a ocultas, de contrabando, como si fuera una extranjera vergonzante. Volved la imagen a la estación, que nosotros hemos de ir a bus- carla.—Pero, Padre—replicó tímidamente el Párroco, el tiempo está lluvioso, y la procesión es imposible, —i¡La lluvia! Esté usted seguro que no caerá ni una gota de agua, y por lo tanto no hay motivo para sus- pender la procesión. »No hubo más femedio que obedecer. La estatua volvió a tomar el camino de la estación, y aquella tarde todo el pueblo salió en procesión para recibirla, como se había ya anunciado. La ceremonia fué larga, pero grandiosa y edificante en extremo, sin que las nubes molestaran lo más mínimo durante todo el trayecto. En medio de cantos y aclamaciones que no cesaron de resonar por las montañas, llegamos cerca del pueblo, situado en las vertientes del monte. La subida se hacía cada vez más fatigosa y difícil a causa del gran peso de la imagen. Los jóvenes, que desde la estación venían tirando de las cuerdas del carro triun- fal, hallábanse completamente extenuados, y propu- sieron al Padre traer una pareja de bueyes para ganar la última pendiente.—«¿Bueyes dijisteis?— ex- clamó el Misionero. —Dejadles tranquilos en el esta- blo. ¿Qué tienen que hacer aquí los bueyes? Alargad las cuerdas y que vengan otros a ayudar.» Así se hizo, y en un momento y sin dificultad alguna, se encontró la imagen en la plaza de la iglesia. » Admirados los jóvenes, afirmaban no haber sen:

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