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172 — cruces de caminos, en casi todas las ciudades y pue- blos de la región tolosana, encontraréis alguna efigie; y si preguntáis a los campesinos sobre el origen de aquella estatua o de aquel sencillo monumento, oiréis uniformemente esta respuesta: «Es la Virgen del Padre María-Antonio.>» Ya dijimos en otro lugar cómo supo vencer-la resistencia que el Ayuntamiento de Castelnaudary oponía a que se levantara el monumento de María sobre la plaza pública, Cuatro años más tarde se encontraba en Carcasona, con el fin de erigir otra estatua de la Virgen en el barrio de Trivalle, que, por el fervor y devoción que manifestó durante los Ejer- cicios de la Misión, mereció poseer un monumento especial, además de la Cruz que como recuerdo de la Misión se había levantado en medio del boulevard de la ciudad. Las ceremonias de la erección solían hacerse con gran pompa y solemnidad, empleando en ello el Padre María-Antonio todos los recursos de su ingenio, a fin de impresionar mejor a las almas. En ellas solían tomar parte ciudades y regiones enteras. La imagen, en medio de una muchedumbre ébria de entusiasmo, era conducida sobre lujoso carro de triunfo, hasta el pedestal que debía ocupar, y que se hallaba preparado de antemano. Los cantos y aclamaciones del pueblo veíanse tan sólo interrumpidos de vez en cuando por la fogosa palabra del Misionero, que electrizaba a las masas con su arrebatadora elocuencia. Digna de conocerse es la siguiente narración de un suceso que tuvo lugar en Viviers-les-Montagnes, narración que nos ha sido suministrada por el Muy
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