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— 168— En Quezac hizo algo más el P. María- Antonio pues fué el fundador de la peregrinación anual. Suce- dió que el venerable Párroco del lugar, queriendo volver a su antiguo esplendor tan célebre santuario, invitó al celoso Capuchino de Tolosa para que predi. cara unos Ejercicios. El éxito fué completo. El último día, el predicador anunció desde el púlpito que aque- llos Ejercicios tendrían lugar todos los años. Era mucho prometer, pues dada la afluencia enorme de peregrinos que de todas partes acudían, la ¡iglesia era insuficiente, resultando de aquí que además de cal- dearse desde el primer día, no podían efectuarse las ceremonias sino con mucha dificultad. Y si a esto añadimos que no había en el pueblo casa parroquial, donde se pudieran hospedar los sacerdotes, cuyo con- curso era necesario para las confesiones y la celebra: ción de Misas, se tendrá una idea de los grandes obstáculos que se oponían a la realización de lo pro- metido por el predicador. «Fué necesaria—escribe el venerable Párroco— toda la grande iniciativa del P. María-Antonio, para lanzar una idea, al parecer de todos temeraria, y todo su entusiasmo y extraordinario espíritu de sacrificio para llevarla a la realidad. El señor bendijo de tal modo sus trabajos, que desde hace 44 años, Quezac es durante los Ejercicios un verdadero sanatorio espi- ritual, al que acuden las gentes de siete leguas a la redonda.» Pero entre todos los santuarios, el que le atraía con una fuerza irresistible era el de Garaison. «Allí fué ¡oh Virgen, Madre mía!— exclamaba el fervoroso Misionero—donde por vez primera me disteis a gustar
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