BCCPAM000R08-4-10000000000000

% 4 4 12! 18 A CER A pp Hot qa ii Aia — 166 — te dices espíritu bueno?»—«Porque Dios me ha envia. do, y además esta familia estaba de buena fe.»— «¿Qué deben pues hacer ahora? ¿Deben continuar invo: cándoos, o deben contentarse con escuchar a la Igle: sia, al Papa y a los sacerdotes que les envía el Papa?»—«No deben ya invocarnos—gimió el espíritu vencido por lo inexorable de la lógica. Deben escu. char a la Iglesia, al Papa y a los sacerdotes,»-— «Luego no tenemos necesidad de los espíritus para salvarnos, sino que nos bastan las enseñanzas de la Iglesia.» —«Sí que bastan»—volvió a responder. »Me volví entonces hacia aquellos pobres extra: viados, y les dije:—Ya veis que el Señor os acaba de conceder una gracia muy grande, haciendo que los mismos espíritus a quienes invocabais, os instruyan acerca de lo que debéis de hacer en lo sucesivo. Dios nuestro Señor, a causa de nuestra buena fe, ha con- vertido esta práctica, que era tan peligrosa, en bien de vuestras almas, y por lo tanto, es necesario que renunciéis a ella en adelante. Contentaos con obede- cer a lo que os digan la Iglesia y los directores de vuestra conciencia, y ser fieles y constantes en la fre- cuencia de los Sacramentos, que os darán cuantas gracias necesitéis para ser felices sobre la tierra y conseguir después la salvación de vuestra alma. «¡Ah! ¡sí, Padre, si! así lo haremos—exclamaban aquellas buenas gentes, con los ojos arrasados en lágrimas: — El viejo militar, profundamente emocio- nado, cayó en mis brazos, me estrechó contra su cora: zón, y poniéndose de rodillas con su mujer e hija, me rogaban les bendijese. Así lo hice y se retiraron tran: quilos y contentos a su casa.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz