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MI A | A7 p Pi —- 158 — las oficinas de La Depeche, causando su presencia en aquel lugar enorme sensación. Esperaba que le hubieran insultado, pero no se atrevieron a hacerlo, hasta después que hubo salido, como es antigua cos- tumbre entre gente cobarde y desmoralizada, que tiene conciencia de su proceder indigno. No obstante, lo que importa retener es, que durante todo el curso de la polémica que versó de un modo especial acerca de los sucesos que se desarrollaron en Villauris, ninguno de los hechos publicados en los periódicos fué des- mentido en lo más mínimo. Larga fué la lucha y no cesó hasta ir a parar a los Tribunales de Justicia, donde un Procurador de la República rompió la últi- ma lanza, hundiéndola hasta la empuñadura, como todas las precedentes, en el cuerpo de los hijos de Satanás. Se acusó al P. María-Antonio de turbar la paz pública con sus sermones, con sus amenazas de futuros castigos, con sus incesantes evocaciones al alguacil de Dios. «Pero señor Procurador—respondió el venera- ble Misionero—¿Tan sólo el alguacil de Dios turba la paz pública? También los gendarmes del Gobierno la turban y a veces mucho más que yo, pues mientras ellos se valen de sus armas, yo no tengo más.que mi erucifijo: Mi única ambición es la de hacer que reine en todas partes la verdad, la justicia, el bien; hacer practicar la virtud sobre la tierra. Ya veis, pues, que en vez de estorbaros os ayudo grandemente a la con- secución de lo que debe constituir el fin de vuestro estado, como Procurador de la República que sois, y creo me lo debierais agradecer. Los que me acusan, los que ponen obstáculos en mi camino, los que corrom-

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