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12 sobre la corrupción universal. Ahora bien, puesto que Dios no nos abandona, no nos abandonemos tampoco nosotros; caminemos sobre las huellas que los santos nos dejaron, esforzándonos por llegar a donde ellos Ilfégaron. Volvemos pues a tomar la pluma, o por mejor decir, empleando el gráfico lenguaje del eminente pro- loguista de nuestra primera edición, entramos arma- dos del hacha y la podadera, en la exuberante vege- tación de anécdotas y hechos que componen la vida del P. María-Antonio, cortando, tronchando y aba- tiendo sin piedad por todas partes. Así lo hacen en este país (1), donde el leñador, prefiriendo lo útil a lo agradable, penetra en la soledad de los bosques con el fin de extraer los troncos y ramas de gigantescos árbo- les, que más tarde se han de convertir en papel, y allí, aclarando el paisaje y trazándose caminos, coopera al progreso de la industria y a la prosperidad nacional. Si la vida completa del santo de Tolosa no podía ser comparada con exactitud a la inextricable confu- sión de los bosques y selvas canadienses, al menos se les parecía no poco en la extensión. Aquí la presenta- mos pues, de nuevo, al lector, limpia ya y transfor- mada en elegante bosque francés, o si se auiere en ameno parque inglés, con sus espaciosas avenidas, sus pintorescos senderos y terrenos bien soleados. Tal vez haya todavía alguno que continúe delei- tándose en la prolijidad de la primera edición, como aquel Abad Cisterciense, que nos escribía: «Nadie podrá decir que las páginas de su libro son demasiado (1) El autor, al escribir esto, residía en el Canadá.

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