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153 — el sendero de la montaña por donde habían pasado los dos Capuchinos. El trágico suceso que acabamos de referir nos prueba que la justicia de Dios se deja sentir más inexorable y más dura, cuando castiga la oposición y desprecio que hacen a sus enviados aquellas personas que por razón de la posición social que ocupan debie- ran dar ejemplo de religiosidad y honradez a sus subordinados. No podemos tampoco pasar en silencio otro caso muy notable, acaecido durante la Misión que dió el P, María-Antonio en Villauris. Tenaz y fuerte como nunca había sido la oposi- ción hecha al Misionero por la primera autoridad civil del pueblo, el alcalde, que era el radical más exaltado de todo el contorno. Ex cirujano militar, con- decorado con el lazo de la Legión de Honor, buen tipo, en lo mejor de su edad, de palabra fácil, agradable, y gozando por otra parte en el país de una influencia considerable, parecía haberse propuesto emplear todas sus buenas cualidades en perseguir a la Iglesia. Desde el primer día de la Misión, presentóse no sólo como indiferente y aun despreciador, sino como enemigo oficial y resuelto, encontrando por desgracia a su alrededor indignos satélites prontos a secundar sus planes. El domingo 19 de noviembre organizaron los Misioneros una gran procesión al cementerio; pero he aquí que cuando gran parte de la ciudad se dirigía al lugar del silencio eterno, para arrodillarse y orar sobre la tumba de los muertos, una tropa de come- diantes callejeros, debidamente autorizados por el
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