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a e pl ll n , A ¿a Nr rar er a DAT | | l A EN A ra ia — 15 — cesión de la tarde, enviando a otro para que le reem. plazase. «Este día tan feliz para todos — repetía tris. temente el pueblo—ha de ser para él un día de mal. dición.» Y así fué en efecto, pues aquella misma noche se le declaró una terrible enfermedad en las entrañas, de la que murió al año justo de haber tenido lugar los hechos que acabamos de referir. Más terrible fué el suceso que acaeció en Gagnes, pueblo de los Alpes marítimos. Había en él un indivi- duo, que no satisfecho con obstinarse en no asistir a los Ejercicios de la Misión, lo había prohibído termi- nantemente a su familia. Aguardaron cierto día su esposa e hija, a que saliera de casa para ir, aunque no fuera más que un momento, a gozar de la hermosa ceremonia que se celebraba aquella tarde en el Tem- plo. Un amigo del impío, que casualmente pasaba entonces ante la iglesia, las vió entrar y marchó sin pérdida de tiempo al café, llevando tan sensacional noticia a su camarada. Sale éste furioso, va a la iglesia, las coge del brazo, y conduciéndolas a casa las llena de injurias y golpes, volviendo después al café, para contar entre las risotadas y aplausos de sus viles compañeros la hombrada que acababa de reali: zar. Mas apenas había terminado de decir: «sí, señor, les he dado su merecido,» recibe él también el suyo, cayendo desplomado al suelo. Momentos después, con: ducían los camaradas el cadáver del infeliz amigo a presencia de su desgraciada familia. Terminada en otra ocasión la Misión de Labécede, pueblo de la Montagne-Noire, situado en la línea que separa las diócesis de Albi y Carcasona, iban el Padre María-Antonio y su compañero por el camino qué

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