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— 145 — tardó mucho en convencerse. La población indife- rente, aletargada, permaneció fría e insensible a los esfuerzos del Misionero. Decepción tan amarga en aquella época de triunfos, le quedó profundamente grabada en el alma durante toda su vida, pero fami- liarizado después poco a poco con esa clase de inci- dentes, jamás volvió a turbarse la paz de su alma. A veces la multitud se resistía, los Ejercicios de la Misión resultaban fríos, el Párroco estaba descon- tento, El Apóstol, no obstante, avezado a esta clase de luchas, más experimentado, había ya comprendido lo difícil que es resucitar la vida cristiana en pueblos embrutecidos y como embriagados por la impiedad. Ya no buscaba como en otros tiempos fiestas, triun- fos, ceremonias externas, que no eran sino ficticios golpes de teatro, sino que reservaba todas sus ener- gías y cuidados para el trabajo oculto y silencioso del aprovechamiento del alma. Tal vez por esta razón las misiones dadas en los últimos años de su vida fueron, a pesar de las apariencias, más fructuosas y llenas de bendición, que las que había antes predicado entre el aplauso de las muchedumbres. 10,—P. MARÍA - ANTONIO
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