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135 — »Pero la Providencia, que no se olvida nunca de los que buscan el bien de las almas, acudió a soco- rrernos de un modo bien inesperado. Era durante el mes de María, el mes de los milagros. Francia se hallaba por aquel entonces en guerra con Italia. Un regimiento de artillería que se dirigía de Montauban 1 Tolosa, llegó a Frontón hacia las dos de la tarde, con intención de descansar allí aquella noche y partir al amanecer del siguiente día. Inspirado por la Virgen me dirigí al Coronel para invitarle a que asistiera con sus soldados a la ceremonia de la Misa. El Coro- nel y oficiales aceptaron gustosos la invitación, poniendo desde aquel momento, a mis órdenes, dos cornetas, para que dieran la señal de llamada a las horas necesarias. A las siete en punto todo el Regi.- miento, conducido por sus Jefes, desfilaba por las calles de la ciudad dirigiéndose al templo donde ocu- paron ordenadamente las naves de la iglesia. Tres días más tarde, volvió a pasar de nuevo otro Regi. miento de Artillería, reproduciéndose con poca dife rencia, y gracias a la amabilidad de los oficiales, las mismas ceremonias, con el consuelo de ver que algu- nos soldados, acordándose que iban a la guerra, tal vez para no volver ya más, me pidieron los confesara. Esto bastó para conmover todos los corazones y para que desde aquel momento la Misión m: irchara admi- rablemente, siendo rarísimos los que no quisieron asistir a ella. No he visto Misión más hermosa.» Las medallas que el P. María-Antonio distribuyó A los soldados en aquella ocasión, atr: ajeron como en recompensa la bendición y el auxilio del cielo sobre ellos, pues a su vuelta de la guerra aseguraban que
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