BCCPAM000R08-4-10000000000000
asistir con gran solemnidad a la clausura de la Misión. La Santísima Virgen, a quien nunca rogué en vano, y ante cuya imagen había hecho encender un cirio, se acordó de mi angustiosa situación, inspirándome una feliz idea. Al día siguiente llamé a todos los niños cuando salían de la escuela, y prometiéndoles un buen premio, les obligué a que hicieran conmigo el Vía- Crucis. »No se hizo esperar el auxilio del cielo, pues aque- lla misma tarde, a la hora de la Misión, encontré al pueblo con el corazón completamente cambiado, lle. nando la iglesia de bote en bote. Hasta el mismo Párroco parecía otro. Andaba sin descanso por todas partes, trabajando por el buen éxito de la Misión, y tuyo la fuerza de voluntad suficiente para reconci- liarse con un viejo herrero de la vecindad, con quien estaba enemistado hacía ya veinte años. La Misión que con tan malos augurios había principiado, fué magní- fica, y el señor Obispo, cumpliendo su promesa, asistió el último día volviéndose encantado de su visita.» No lejos del pueblo en que tuvieron lugar estos Sucesos, se encuentra otro, denominado Frontón, ciudad pequeña en extensión y número de habitantes, pero demasiado grande en la aversión que hacia lo bueno sentía, habiendo necesitado para entregarse el asalto de dos regimientos de artillería, «Los países de mucho vino—dice el P. María- Antonio—no suelen brillar de ordinario por su devo- ción, siendo en general muy poco religiosos, El pueblo de Frontón tenía fama de serlo menos que otros, y esta fama por desgracia la tenía bien merecida. Los Misioneros que habían estado en él antes que nos:
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz